¿Recordáis esas cositas que os hicieron pasar una infancia feliz? Series de televisión, cómics, juguetes... Esos pequeños y agradables mundillos nacidos de las mentes de gente especial, dedicados en cuerpo y alma a hacer que tú y otros como tú paséis un buen rato entretenidos y disfrutando -y dando un pequeño remanso de paz a tus padres-. Yo aún recuerdo a ese pequeñajo que fui, adicto terminal a los cómics -en aquel entonces aún los llamaba tebeos- de Mortadelo y Filemón, y más aún a los de Amazing Spiderman y Lobezno, que acudía religiosamente todos los meses al estanco de al lado de su casa a gastarse el dinero que conseguía reunir en los nuevos cómics que llegaban. Y también recuerdo cuando, con unos 12 añitos más o menos, ese cómic de Lobezno que con tanto ansia esperaba no llegaba, y la necesidad de cubrir ese hueco me impulsó a mirar los cómics que habían en el estante. Entre esos cómics, hubo uno que me llamó especialmente la atención, con una portada curiosa, en la que aparecían dos tipos vestidos de traje, uno peludo, con un antifaz en la cara y una pistola en la mano; y otro, con una máscara roja, un pie metido en un cubo y un taladro en la mano. El título era Fanhunter: Animated Series, y aunque más tarde me enteraría de que no era la obra original del autor, el gran Cels Piñol, me marcó profundamente por la épico-cómica forma de versionar el mito de Drácula. Nunca más volví a ver un cómic de Fanhunter en el estanco, y eso que hubiera gastado gustosamente todo mi dinero en dichos cómics, tanto me gustaron.
Tiempo después, ya más crecido y abierto al nuevo mundo que me traía Internet, encontré entre mis cómics el de Fanhunter, y me decidí a buscarlo bajo la premisa de que si algo no está en Internet, no existe. Entre mis "paseos" por la red, tiempo en el cual me estaba abriendo al mundo de los juegos de rol, cuál no sería mi sorpresa al descubrir que Fanhunter tenía su propio juego de rol, de mecánica sencilla y escrito en un tono humorístico que facilitaba increíblemente su lectura. Gracias a este juego, conseguí adentrarme aún más en el mundo épicodecadente que la mente de Cels Piñol había parido, de la mano de personajes tan variopintos como John Konstantin o el incombustible cegato de Don Depresor. No hubo de pasar mucho tiempo hasta que consiguiera encontrar los cómics de Piñol, que, aunque no plasmaban el dibujo que esperaba tras la lectura de las Animated Series, no por ello eran peores, si no que eran más, digamos resultones. Pero, aunque me muestro defensor de los e-books, no me sentía a gusto con tener los cómics en mi pc, siempre he preferido el papel impreso, y tras un tiempo buscando como loco, desistí. Con mis 21 años, soy un poco posterior a Fanhunter, ya que antes Cels publicaba él mismo sus cómics, imposibilitó el que consiguiera los originales de Kiusap y demás. Con el tiempo pasó a uno de los recónditos huecos de mi memoria, olvidado el encontrar los cómics aún a mi pesar. Solo pude conseguir lo nuevo que salío, Fanhunter Fanletal y Fanhunter Fandom, que aunque me encantan, siguen necesitando conocer la base.
No fue hasta ayer, 1 de Julio de 2011, que Fanhunter volvió a rondarme la cabeza. Me encontraba dando un paseo en buena compañía por Alicante -conste que soy de Murcia- cuando decidimos entrar a una tienda de cómics, pequeñita la verdad. Me encontraba echando un vistazo por las estanterías, cuando sucedió el cliché de las películas: paseaba mi mirada, cuando a mi cerebro llegó la información de que había algo interesante en la estantería. A la voz de no puede ser, volví la vista, y cuál no sería mi sorpresa al fijarme en la estantería y encontrarme de morros: Outfan: Plan B. Un exámen más exhaustivo, con lágrimas de felicidad a punto de salir de mis ojos, me reveló un filón, que años de búsqueda no habían conseguido darme: Fanhunter #0 Backbeat, Fanhunter Saga, Fantom Town vol.1, Outfan, e incluso un módulo que no conocía para el juego de rol de Fanhunter. Debido a la escasez de dinero, cogí cuantos pude, y bajo la firme promesa de volver con más dinero en cuanto tuviera la ocasión, pagué gustoso en caja al precio original de los cómics en sus años de salida. Años de búsqueda al fin daban su fruto, y he vuelto a sentirme como el niño freak que en el fondo soy leyendo las desventuras de John Konstantin en la Guagua de la Muerte, con el placer de sentir el papel bajo mis dedos.
Brindo por todos aquellos niños freaks que disfrutamos con cosas tan sencillas como volver a nuestra infancia.
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